La cuestión de la legitimidad política es algo que siempre esta en cuestión. Podemos estar de acuerdo en que la elecciones son necesarias para facilitar el acuerdo de los ciudadanos. Ya que el uso de los referéndum sería en ocasiones muy caro y, en otras ocasiones, poco adecuado para resolver cuestiones técnicas; parece evidente que el sistema representativo es lo más adecuado. Pero ¿Es nuestro sistema representativo acorde con las decisiones que tomamos en las urnas?
La primera pregunta que deberíamos hacernos es qué es votar. Votar es un acto libre mediante el cual cedemos nuestras futuras decisiones a un representante que, supuestamente, ha de defender nuestros intereses. Entonces deberíamos analizar si la representación es acorde a la realidad, es decir, si soy representado por aquel a quien he votado. También podríamos preguntarnos si es acorde el poder de cada representante con el número de personas que le cede su capacidad decisoria (votos).
España se rige por la ley D'Hont, lo que significa que nuestro sistema no es totalmente proporcional. Pero la realidad es que si tuviésemos un sistema totalmente proporcional, sería un caos llegar a acuerdos (fijémonos en el ejemplo de Italia). Así podemos pasar por alto este pequeño detalle y centrarnos en el resto de características peculiares de nuestro sistema.